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"Ara que estem recuperant les nostres places, també podem proposar-nos el debat sobre els nostres espais a les cases, a la vida quotidiana, en la realitat del dia a dia. Debatre el lloc de la família, els rols que sosté, els autoritarismes que reprodueix, com a lloc d'afirmació del patriarcat. Imaginar noves formes de viure les nostres relacions, a casa, a la plaça, i també en les organitzacions populars que van naixent o es van transformant atravessades per aquest temps històric insurgent"
Claudia Korol, en Buenos Aires

miércoles, 8 de febrero de 2012

Ocupar el Movimiento Occupy

Exclusiva: Ocupar el Movimiento Occupy

Por Robin Morgan

03 de enero 2012

El Movimiento Occupy podría ganar fuerza y ​​capacidad de permanencia en 2012, gracias a las estrategias sugeridas por el emergente feminismo crítico.

Como las mujeres, participantes e incluso líderes, de la primavera árabe están redescubriendo, los levantamientos no han propiciado la igualdad de la mujer -un escenario tristemente familiar, que recuerda claramente a la década de 1960 después de la revolución argelina. De hecho, el fenómeno es históricamente omnipresente (incluyendo la revolución americana).

Aquí en el Hemisferio Norte, por ejemplo, las mujeres participaron activamente en los inicios del movimiento Ocuppy. Sin embargo, este movimiento ha dado la imagen de ser predominantemente masculino (y en los Estados Unidos, blanco y joven) - así como indiferente al hecho de que el capitalismo simplemente no se puede transformar sin enfrentarse a su fundación: el patriarcado, que depende de controlar y explotar a las mujeres . Y las mujeres, por cierto, son el 51% por ciento de ese 99% (y el 0% del 1%).

¿Quién por tanto necesita en realidad la justicia económica?

Las Naciones Unidas reconoce que la pobreza en el mundo está compuesta en un 70%  de mujeres. El trabajo no remunerado de las mujeres se valora en 11 trillones de dólares a nivel global, lo que representa el 41% del PIB en, por ejemplo, América del Norte. Se podría decir que, dada la masiva cantidad de trabajo femenino no remunerado -y dado que las mujeres son la fuerza de reproducción que produce la fuerza de trabajo en sí- la mayoría de las mujeres viven más bajo el feudalismo que bajo el capitalismo.

La igualdad de salario, los derechos reproductivos, la maternidad, el cuidado de los niños y niñas son todas cuestiones económicas, así como de derechos humanos. También lo son la explotación laboral, las maquiladoras, el tráfico/esclavitud/turismo sexual, y el impacto de la guerra sobre las mujeres, que con sus hijos conforman el 80% de las personas refugiadas y desplazadas. Las mujeres son las principales cuidadoras de los enfermos, los jóvenes, los ancianos y los moribundos, por lo que los gastos de salud son "asuntos de la mujer." Las industrias de la pornografía y la prostitución ascienden a cientos de miles de millones de dólares de beneficio al año. China gasta 27 millones de dólares sólo en pornografía en Internet. Sólo tenemos estadísticas de algunos países "desarrollados" sobre el cálculo de los costos de la violencia doméstica. Lo que sí sabemos es que los costos de la violencia doméstica ascienden a 5,8 mil millones de dólares al año solo en los Estados Unidos.

Una podría pensar que estas "cuestiones de las mujeres" podrían hacer indiscutible la importancia de la economía de las mujeres. Error. Con demasiada frecuencia, el movimiento Ocuppy ha traicionado su propia visión manifestándose como un microcosmos de la sociedad machista a la que se opone. Los acosos y las agresiones a  mujeres han hecho necesario definir zonas seguras para dormir, estas necesidades inmediatas han sido cuestionadas estratégicamente, ya que estos espacios pueden convertirse en "guetos", pero el problema, el sentido masculino de estar en su derecho, no se cuestiona. Y esto no sólo ocurre en los Estados Unidos, pero aquí es donde ha habido más atención de la prensa. Se han denunicado asaltos sexuales y violaciones en Nueva York, Cleveland, Dallas y Baltimore, pero tambaién en Glasgow, Montreal, Londres, y muchos sitios más. En algunos lugares, los responsables varones de las acampadas se mostraron renuentes a llamar a la policía por temor a que la atención negativa pudiera perjudicar el “mensaje” del movimiento.

Ahora, sin embargo, las mujeres están criticando este tipo de protesta. En Bristol, Inglaterra, las feministas hicieron un llamamiento a "llevar nuestro espacio seguro con nosotras", con el objetivo de empoderar a las mujeres a hablar en las asambleas generales del movimiento. El 25 de noviembre, Día Internacional para la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres, las feministas de Ocuppy London salieron a las calles denunciando la violación, ese mismo día, las mujeres italianas marcharon en Roma, definiendo las de medidas de austeridad económica como una forma de violencia contra las mujeres, y denunciando las políticas que de hecho obligan a las mujeres a tener varios trabajos, remunerados y no remunerados. En Manila, el movimiento fue tomado por las mujeres, convirtiéndose en Ocupar HR (salud reproductiva). Las mujeres en Eslovenia, Nueva Zelanda y Australia denunciaron públicamente la falta de seguridad para las mujeres en las acampadas. Otros grupos como Code Pink, WomenOccupy, RadFem, la red filipina Af3IRM/GabNet, reivindiacaron el perfil de la mujer y desafiaron la hegemonía de los hombres. La Red Feminista por la Paz creó la web Ocupar El patriarcado (www.occupypatriarchy.org), para proporcionar un espacio de apoyo global para el análisis, la respuesta, la organización y la creación de redes feministas a nivel mundial dentro del movimiento Occupy.

Después de haber capturado la imaginación del mundo con una energía admirable, aparentemente espontána y de la base, el movimiento Ocuppy se encuentra ahora mismo en una encrucijada. Tiene un potencial enorme, pero un cambio duradero requerirá una conciencia que no ignore a la mayoría de la humanidad. Tiene que liberarse de ser una "cosa de hombres" o correrá el riesgo de ahogarse en sus propias generalidades retóricas.

No es que no existan modelos. Las mujeres de Greenham Common en Inglaterra "ocuparon" décadas antes del OWS -resistieron y ganaron. Las mujeres irlandesas bloquearon las puertas para impedir que los hombres abandonaran las conversaciones de paz en Irlanda del Norte. Las mujeres de Liberia se sentaron a cantar durante meses en un campo de fútbol para dar vida a una revolución. Las mujeres del mercado en Ghana hicieron caer un gobierno. Gandhi reconoció haber copiado el concepto de satyagraha-resistencia no violenta- del movimiento sufragista indio del siglo XIX. Estas son diferentes -y duraderas- técnicas de protesta, por las cuales parece que el movimiento Ocuppy ha sido influenciado. (A riesgo de ofender a los anarquistas, voy a parafrasear dos de los lemas del Centro de Medios de Mujeres: "Hay que darle un nombre para cambiarlo" y "Tienes que verlo para creerlo". Como mujer que una vez estuvo de acuerdo con aquello de "cuestiónalo todo, y entonces hablaremos de política ", recomiendo ejemplos y demandas claramente articuladas).

No es demasiado tarde. A medida que el Movimiento Ocuppy en muchas zonas se aleja de la táctica de reclamar el espacio físico, se está dando un cambio de estilo en la protesta: más manifestacions de golpear y correr, participar y desactivar, por la mañana, por la tarde o durante todo el día (sin un final claro), más enfocadas y factibles. La mayoría de las mujeres tienen responsabilidades, incluidos los hijos, como para pasar meses en tiendas de campaña tocando los tambores, incluso si las tiendas eran lugares seguros. El Movimiento Ocuppy necesita a las mujeres -sus números, sus análisis económicos, sus diferentes enfoques estratégicos- para sobrevivir, y sobre todo para tener éxito. Sin embargo, la necesaria participación de las mujeres en cantidades masivas suficiente necesita de la transformación de facto del liderazgo y el enfoque: transformar el movimiento al "estilo de la mujer" podría ser la solución.

Como mínimo, debería ser posible para exigir que los hombres hagan el cambio que dicen que quieren ver. (Quiero decir, realmente, chicos.) Si los hombres del movimiento se atreven a no tener miedo de este tipo de liderazgo –si incluso lo persiguen y le dan la bienvenida- todos ganaremos y el paradigma se transformará.

Si no, por lo menos han radicalizado a una nueva generación de feministas.

Exclusive: Occupying the Occupy Movement

By Robin Morgan
January 3, 2012
An Occupy movement for 2012 could gain strength and staying-power with strategies suggested by an emerging feminist critique.
As women of the Arab Spring are rediscovering, being participants, even leaders, of the uprisings hasn’t led to women’s equality—a depressingly familiar scenario, notoriously reminiscent of the 1960s aftermath of the Algerian revolution. In fact, the phenomenon is historically omnipresent (including the American revolution).
Here in the Global North, for example, women were active early in the Occupy movement. Yet that movement has presented an optic of being  predominantly male (and in the United States, white and young)—as well as indifferent to the fact that capitalism simply cannot be transformed without confronting its foundation: patriarchy, itself reliant on controlling and exploiting women. And women, by the way, comprise 51 percent of the 99 percent (and virtually zero of the 1 percent).
Who then is the real constituency in need of economic justice?
The United Nations acknowledges that the world’s poor are 70 percent female. Women’s unpaid labor is worth $11 trillion globally, accounting for 41 percent of the GDP in, for instance, North America. It could well be argued that, given women’s massive amount of unpaid labor—and since women are the means of reproduction who produce the labor force itself—most women exist more under feudalism than under capitalism.
Equal pay, reproductive rights, maternity leave, childcare—all are economic as well as human-rights issues. So are sweatshop labor/maquilliadores, sex trafficking/slavery/tourism, and war’s impact on women, who with their children comprise some 80 percent of refugees and displaced peoples. Women are the primary caregivers for the ill, the young, the aged, and the dying—so health costs are “women’s issues.” The pornography and prostitution industries each run into the hundreds of billions of dollars annually; China spends $27 billion just on Internet pornography. We only have statistics for a few “developed” countries on the staggering cost of domestic violence. We do know that domestic violence costs $5.8 billion a year in the United States alone.
One would think that such “women’s issues” would make unarguable the centrality to economics of female human beings. Wrong. Too often, the Occupy movement has betrayed its own vision by revealing itself as a sexist microcosm of the society it opposes. Harassment and assaults required women to define safe sleeping areas—immediate necessities yet questionable strategically, since these can become “ghettos,” while the problem, a  male sense of entitlement, goes unchallenged. Nor does this happen only in the United States, although North American sites got more press attention. Incidents of sexual assault and rape have been reported not only in New York, Cleveland, Dallas, and Baltimore, but in Glasgow, Montreal, London, and more. In some locations, male site monitors were reluctant to call police for fear that negative attention would be deleterious to the Occupy “message.”
Now, however, women are protesting that kind of protest. In Bristol, England, feminists called for “Carrying Our Safe Space With Us,” aiming to empower women to speak at Occupy general assemblies. On November 25, International Day for the Elimination of Violence Against Women, Feminists Occupy London took to the streets denouncing rape; that same day, Italian women marched in Rome, defining economic austerity measures as a form of violence against women, and citing policies that in effect force women to work multiple jobs, paid and unpaid. In Manila, Occupy was taken over by women, becoming Occupy RH (reproductive health), Filipina-led. Women in Slovenia, New Zealand, and Australia publicly decried the lack of safety for women at Occupy sites. Such international groups as Code Pink, WomenOccupy, RadFem, the Filipina network Af3IRM/GabNet, and others raised women’s profile, thus challenging men’s hegemony. The Feminist Peace Network established the Occupy Patriarchy website, to  provide a supportive, global space for  feminist analysis, response, organizing, and networking within the global Occupy movement.
Having caught the world’s imagination with an admirable energy, seemingly spontaneous and seemingly grassroots,  the Occupy movement is now poised at a crossroads. It has enormous potential—but lasting change will require consciousness that doesn’t ignore the majority of  humanity. It needs to break free of being “a guy thing” or risk drowning in its own rhetorical generalities.
It’s not as if certain models aren’t there. The women of England’s Greenham Common “occupied” turf decades before OWS—they endured, and won. Irish women barred doors to keep men from storming out of Northern Ireland peace talks. Women in Liberia sat singing for months in a soccer field to birth a revolution. Market women in Ghana brought down a government. Gandhi acknowledged copying the concept of  satyagraha—nonviolent resistance—from India’s 19th century women’s suffrage movement. These are  different—and long-lasting—techniques of protest, by which at first it seemed the Occupy movement was influenced. (At the risk of offending anarchists, I’ll paraphrase two of the Women’s Media Center slogans: “You have to name it to change it,” and “You have to see it to be it.” As a woman who once agreed “Level everything, then we’ll talk politics,” I recommend examples and clearly articulated demands as pretty good stuff.)
It’s not too late. As the Occupy movement in many areas moves away from the tactic of claiming physical space, a change of protest style is in order: more hit-and-run, engage-disengage, morning-long, afternoon-long, or day-long (not open-ended) demonstrations—plus focused, doable demands. Most women have far too many other responsibilities—including children—to spend months in tents playing drums, even if the tents were safe spaces. The Occupy movement needs women—the numbers, the economic analysis, the different strategic approach—to survive, let alone succeed. Yet women’s engagement with it might well require turning up in numbers massive enough to effect a de facto transformation of leadership and focus; :occupying Occupy in a “women’s style” could make all the difference.
At the minimum, it should be possible to demand that men become the change they claim they want to see.  (I mean, really, guys.) If Occupy men can dare be unafraid of that different kind of leadership—can even seek it out and welcome it—everyone wins and the paradigm is transformed.
If not, they will at least have radicalized a whole new generation of feminists.

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